Incendio digital sin reflejo, sin llama
Artista: Urtzi Ibarguen
Título de la exposición: No hay incendios sin cenizas
Galería: Blanca Soto (Calle de Almadén, 13, 28014 Madrid)
Fechas: 7 de marzo al 16 de abril, 2019
Comprender las consecuencias de una revolución tecnológica es a priori tarea ardua, compleja y extensa en el tiempo. Pero comprender verdaderamente lo que ha supuesto o supondrá la revolución digital que vivimos en estos instantes parece algo del todo inabarcable. Blanca Soto nos ofrece una propuesta reflexiva con el arte como interprete e intermediador entre un suceso sociológico y nosotros mismos.
Urtzi Ibarguen despliega una propuesta conceptual que va más allá de los metros cuadrados, la disposición, o incluso la propia gestación de la muestra No hay incendio sin cenizas. Nos habla de que esas muestras perfectas, que encajan en el espacio, casi hechas para su colocación en lugares como piezas perfectas de puzle que encajan la tecnología del ordenador de la era contemporánea (están hechas y diseñadas a partir de programas digitales) con el mundo humano como si lo transformaran desde la igualdad de condiciones. Nos pretende hablar de cómo nuestro potencial de cambio humanista parce haber sido relegado a la pura comercialización. Como si esas piezas creadas a través de los nuevos medios parecieran reflejar nuestra irrompible unión con un sistema que nos esclaviza a vendernos y producirnos constantemente. Es muy elocuente que exponga en una galería estas piezas que él ha creado como reflejo e ese ideal libertador que surgió con la revolución de internet y de los nuevos procesos tecnológicos, puesto que nos demuestra que esos símbolos también se comercializan, cómo todo es ubicable en un mercado, al igual que él mismo y su obra. Lo curatorial queda relegado por la idea que se debe leer en el significado del análisis expositivo, lo objetual queda apartado por la idea trayéndonos hasta el corazón de Madrid una propuesta interesante que bebe de los postulados más perfectos de lo neoconceptual. La vista no es suficiente para percibir, hay que saber comprender de una manera ontológica enmarcada en la mente de los seres que habitan esta agitación contemporánea y digital.
Una de las piezas de Urtzi. Estudio formal de un mosquetón francés
Nos propone algo, sí, pero ¿su imaginación productiva se correspondo a lo que el espectador puede contemplar en su obra? Hay ciertos momentos en los que atrapa, convence, exultantemente, con esas obras de una calidad pasmosa, de un diseño perfecto, pero si le damos una vuelta a la crítica asistemática a partir de lo tecnológico… ¿estamos ante una obra que reflexiona y cuestiona verdaderamente los estadios de poder desplegados por los nuevos medios en el modelo de sistema en el que vivimos? ¿está realmente focalizando lo digital en su obra, de una manera correcta? La respuesta que a mi se me desprende es no. Tampoco se trata de una negativa profunda, ni un desmerecimiento de la intencionalidad del artista, es que simplemente no centraliza la verdadera problemática de vivir en una era digital en su obra.
Es cierto que produce y gesta su obra a través de los nuevos medios, es cierto que en algunos aspectos ironiza sobre esta manera de trabajar tan profundamente anestesiada de lo naturalmente humano, pero realmente el resultado son piezas de colección, piezas susceptibles de exponerse, piezas cuasi académicas, que, si uno no se para a analizar la manera en que han sido originadas, pasan sin pena ni gloria como elementos de una exposición preeminente escultóricamente más. Intenta llamar la atención del espectador en cuanto a la distancia y relación de la manera de hacer manual y el trabajo tecnológico, sí. Pero el fruto de esta contraposición de binarismos aparentemente opuestos no es algo novedoso, ni focalizado en lo digital, ni mucho menos evidencia de la reflexión verdadera de la revolución tecnológica contemporánea.
El artista trabajando en una de sus piezas
Ahí no está el foco de la revolución antisistema, ni si quiera se está poniendo de manifiesto la relevancia de ese lenguaje codificado que va más allá del lenguaje de signos humano. Y todo esto verdaderamente está en la propuesta conceptual de la obra, pero pareciera perderse en el resultado y quizá no hace esta justicia completa de las intencionalidades iniciales de Urtzi Ibarguen.
Quizá aquí está el propósito, quizá quiera percibir todo esto, respondiendo a que lo artesanal y lo tecnológico producen cosas con un nivel igual de naturalidad, de vida y de creación. Quizá quiera referirnos al hecho de que si una maquina genera lo mismo que unas manos, el humanismo que tan central suponemos no lo sea tanto y si no acercamos a la concepción del artista de los objetos muy cercana a la de Levi Strauss como fuente que emana conocimientos más que objetos en sí mismos, entonces se asume y se entiende toda esta reflexión flotando alrededor de No hay incendio sin cenizas. Es cierto que abarca una perfecta reflexión entre las nuevas tecnologías y el entorno físico en la era contemporánea pero, aun si es así se pierde potencialidad de resultado, aunque verdaderamente desentraña un a reflexión fascinante, necesaria que nos habla de lo parecidos que somos a las máquinas, otrora sirvientes, ahora aliadas casi semejantes.
Sandra Sevilla Ortiz
Artista: Urtzi Ibarguen
Título de la exposición: No hay incendios sin cenizas
Galería: Blanca Soto (Calle de Almadén, 13, 28014 Madrid)
Fechas: 7 de marzo al 16 de abril, 2019
Comprender las consecuencias de una revolución tecnológica es a priori tarea ardua, compleja y extensa en el tiempo. Pero comprender verdaderamente lo que ha supuesto o supondrá la revolución digital que vivimos en estos instantes parece algo del todo inabarcable. Blanca Soto nos ofrece una propuesta reflexiva con el arte como interprete e intermediador entre un suceso sociológico y nosotros mismos.
Urtzi Ibarguen despliega una propuesta conceptual que va más allá de los metros cuadrados, la disposición, o incluso la propia gestación de la muestra No hay incendio sin cenizas. Nos habla de que esas muestras perfectas, que encajan en el espacio, casi hechas para su colocación en lugares como piezas perfectas de puzle que encajan la tecnología del ordenador de la era contemporánea (están hechas y diseñadas a partir de programas digitales) con el mundo humano como si lo transformaran desde la igualdad de condiciones. Nos pretende hablar de cómo nuestro potencial de cambio humanista parce haber sido relegado a la pura comercialización. Como si esas piezas creadas a través de los nuevos medios parecieran reflejar nuestra irrompible unión con un sistema que nos esclaviza a vendernos y producirnos constantemente. Es muy elocuente que exponga en una galería estas piezas que él ha creado como reflejo e ese ideal libertador que surgió con la revolución de internet y de los nuevos procesos tecnológicos, puesto que nos demuestra que esos símbolos también se comercializan, cómo todo es ubicable en un mercado, al igual que él mismo y su obra. Lo curatorial queda relegado por la idea que se debe leer en el significado del análisis expositivo, lo objetual queda apartado por la idea trayéndonos hasta el corazón de Madrid una propuesta interesante que bebe de los postulados más perfectos de lo neoconceptual. La vista no es suficiente para percibir, hay que saber comprender de una manera ontológica enmarcada en la mente de los seres que habitan esta agitación contemporánea y digital.
Una de las piezas de Urtzi. Estudio formal de un mosquetón francés
Nos propone algo, sí, pero ¿su imaginación productiva se correspondo a lo que el espectador puede contemplar en su obra? Hay ciertos momentos en los que atrapa, convence, exultantemente, con esas obras de una calidad pasmosa, de un diseño perfecto, pero si le damos una vuelta a la crítica asistemática a partir de lo tecnológico… ¿estamos ante una obra que reflexiona y cuestiona verdaderamente los estadios de poder desplegados por los nuevos medios en el modelo de sistema en el que vivimos? ¿está realmente focalizando lo digital en su obra, de una manera correcta? La respuesta que a mi se me desprende es no. Tampoco se trata de una negativa profunda, ni un desmerecimiento de la intencionalidad del artista, es que simplemente no centraliza la verdadera problemática de vivir en una era digital en su obra.
Es cierto que produce y gesta su obra a través de los nuevos medios, es cierto que en algunos aspectos ironiza sobre esta manera de trabajar tan profundamente anestesiada de lo naturalmente humano, pero realmente el resultado son piezas de colección, piezas susceptibles de exponerse, piezas cuasi académicas, que, si uno no se para a analizar la manera en que han sido originadas, pasan sin pena ni gloria como elementos de una exposición preeminente escultóricamente más. Intenta llamar la atención del espectador en cuanto a la distancia y relación de la manera de hacer manual y el trabajo tecnológico, sí. Pero el fruto de esta contraposición de binarismos aparentemente opuestos no es algo novedoso, ni focalizado en lo digital, ni mucho menos evidencia de la reflexión verdadera de la revolución tecnológica contemporánea.
El artista trabajando en una de sus piezas
Ahí no está el foco de la revolución antisistema, ni si quiera se está poniendo de manifiesto la relevancia de ese lenguaje codificado que va más allá del lenguaje de signos humano. Y todo esto verdaderamente está en la propuesta conceptual de la obra, pero pareciera perderse en el resultado y quizá no hace esta justicia completa de las intencionalidades iniciales de Urtzi Ibarguen.
Quizá aquí está el propósito, quizá quiera percibir todo esto, respondiendo a que lo artesanal y lo tecnológico producen cosas con un nivel igual de naturalidad, de vida y de creación. Quizá quiera referirnos al hecho de que si una maquina genera lo mismo que unas manos, el humanismo que tan central suponemos no lo sea tanto y si no acercamos a la concepción del artista de los objetos muy cercana a la de Levi Strauss como fuente que emana conocimientos más que objetos en sí mismos, entonces se asume y se entiende toda esta reflexión flotando alrededor de No hay incendio sin cenizas. Es cierto que abarca una perfecta reflexión entre las nuevas tecnologías y el entorno físico en la era contemporánea pero, aun si es así se pierde potencialidad de resultado, aunque verdaderamente desentraña un a reflexión fascinante, necesaria que nos habla de lo parecidos que somos a las máquinas, otrora sirvientes, ahora aliadas casi semejantes.
Sandra Sevilla Ortiz
Frases demasiado largas. Problemas de puntuación. Algunas erratas.
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