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Encender la oscuridad


Título de la exposición: Bernardí Roig: Todos los icebergs son negros. Films 2000-2018.
Artista: Bernardí Roig
Comisariado: Nekane Aramburu
Lugar: Tabacalera Promoción del Arte. Calle de Embajadores, 51, 28012, Madrid. https://www.promociondelarte.com/tabacalera/ promociondelarte.tabacalera@cultura.gob.es
Horario: De martes a viernes: 12-20 h. Sábado, domingo y festivos: 11-20 h.
Fechas: Del 8 de febrero de 2019 hasta el 31 de marzo de 2019.
Entrada: Gratuita.

Con esta muestra, Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965) vuelve a eludir la indiferencia. Con una exposición casi calcada a la de Es Baluart de la pasada primavera, el artista mallorquín vuelve a zarandear al público, a ponerlo patas arriba y hasta lanzarle un gancho de derecha a oscuras, que, invisible, no encuentra defensa.

Corredor central de la exposición Bernardí Roig: Todos los icebergs son negros. Films 2000-2018

Como funambulista, Bernardí se mueve entre dos mundos siempre alejados pero vecinos: la repulsión y el deseo. Y en esta ocasión, a riesgo de caer, lo hace a oscuras, en una atmósfera tan siniestra como cautivadora auspiciada por las paredes sin revoco, los techos altos y el frío de Tabacalera. Solo deambular ese espacio, ocuparlo sin reparar en ninguna obra concreta, es ya una gran experiencia.

Pero los 26 Films de Roig no han venido a decorar este gran salón vacío, sino a dotarlo de significado. Un significado culto, con repetidas alusiones a la mitología, al cine de autor o a la literatura que no nos son reveladas, sino solo insinuadas con tal fuerza críptica que podría desalentar a los menos pacientes. Y es que si algo se le requiere al público en esta muestra en paciencia para recorrer esta larga exposición, para la visualización de sus vídeos y para leer, para adentrarse en ese oscuro cosmos de Bernardí Roig copado por gordos calvos de carne y hueso inspirados en el yeso de sus más famosas esculturas. Una exposición que habla en masculino salvo para ser sensual (El baño de Diana) o explícitamente sexual (Leidy B.); dando una lectura que pudiera resultar cuanto menos controvertida.

El problema es: ¿dónde leer? Y no hablo metafóricamente –no es el momento de eso ahora-, sino literalmente. Las hojas de sala, plastificadas y casi escondidas al público se hacen ilegibles en la oscuridad de la exposición. Los catálogos del comienzo, sin sillas donde caerse muerto, parecen demasiado pesados para leer in situ. El folleto es insuficiente para comprender. Con esto no solo se evitan los selfies furtivos y el denostado blockbuster, sino que también obliga al espectador curioso, aquel que quiere saber qué se oculta más allá de los formalismos visuales del artista, a ir leído de casa; o lo que es peor, a usar una linterna para poder leer las hojas de sala, destruyendo el entorno creado, poniendo en riesgo su débil concentración dando luz al móvil e incluso ganándose algún rapapolvo por parte de algún personal de seguridad que parece no enterarse de qué va la cosa.

The man with the fire eyes (2003)

Yo fui uno de esos “Uomi della luce” que fue obligado a sacar su móvil-linterna a riesgo de todo. Era como el protagonista del film de Roig, que no ve más allá de unos metros y que al mismo tiempo puede ser visto a larga distancia. Precisamente L´Uomo della Luce (2008), junto a El hombre la lámpara (2000), The man with the fire eyes (2003) y otras obras en la exposición nos hablan de la luz, pero de una luz que más que iluminar nos ciega, creando un oxímoron tan fuerte que nos obliga a cerrar los ojos. Y es esa oscuridad que dan los ojos cerrados la que permite ver realmente: contemplar lo trascendente, lo que habita en nuestro interior y que es invisible a los ojos abiertos. Es precisamente esta idea lo que justifica la oscuridad de todas las salas. Esa oscuridad que crea esa atmósfera de contemplación donde los films de Bernardí se hacen clarividentes para el paciente que quiera ver. Quien no, que vuelva al exterior, donde seguro que estará más caliente, complacido e iluminado.

Javier Leñador González-Páez

Comentarios

  1. Javier, una exposición itinerante no puede decirse que sea una exposición "calcada" de la de Es Baluard, sino la misma exposición presentada en otro espacio.
    Tiene gracia lo de la dificultad de la lectura de información, en relación con la obra del artista.

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