Exposición: Vida de pulpo.
19 de enero de 2019-30 de
marzo de 2019.
Galería Elvira
González, C/ Hermanos Álvarez Quintero nº 1, Madrid.
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Temor i tremolor, Miquel Barceló. |
La galería Elvira González inauguraba el 19 de enero la
exposición Vida de pulpo, del aclamado
artista mallorquín Miquel Barceló, donde el leitmotiv,
más que el pulpo, es el mar. No obstante, sí que es cierto que Barceló se
adentra a estudiar la relación del mar con los seres que lo habitan —en este
caso el pulpo— y los seres que lo surcan, como podemos observar en esas barcas:
algunas repletas de gente, otras vacías.
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Cala Gran, Miquel Barceló. |
¿Cómo podemos interpretar esas barcas vacías? ¿Es posible
que los humanos que estaban en ella ahora pertenezcan al mar? En mi opinión, en
esas obras con barcas repletas de gente y vacías de ella, el artista mallorquín
está aludiendo a la problemática de la inmigración ilegal a través de pateras;
esto es, las condiciones insalubres en que estas gentes llegan a su destino
después de pasar días hacinadas en el pequeño espacio de esas embarcaciones,
así como también a los inmigrantes que no llegan a ese mismo destino porque han
perdido la vida por el camino. Es posible que sus estancias en Malí hayan
despertado en él la sensibilidad por este tema.
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Hiperbòlic, Miquel Barceló. |
Sin embargo, tampoco hay que perder de vista esa figura del
pulpo, que adquiere un carácter prácticamente omnipresente dentro de la
exposición. Podríamos, tal vez, interpretar esta relevancia de la figura del
pulpo en términos simbólicos, es decir, el pulpo como esa criatura compleja,
misteriosa e incluso totémica.
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Vivere cauto, Miquel Barceló. |
Sea como fuere, parece claro que el propósito de Barceló es
hablar del mar y de su inmensidad a través de esos elementos ya citados; de lo
sublime del mismo, pese a que lo sublime es precisamente aquello de lo que no
se puede hablar porque es inefable, porque no somos capaces de expresarlo con
palabras. Y no resulta extraña esta fijación de Barceló por el mar si tenemos
en cuenta que el pintor nació en un lugar como Mallorca, donde quizá pasó horas
contemplando la vastedad del mar Mediterráneo.
No obstante, el mar que Barceló pinta aquí no parece tener
la calidez del Mediterráneo; más bien, es un mar frío, un mar hostil y
violento. Así pues, cuando terminamos de ver esta exposición, no sentimos que
hayamos experimentado algo acogedor, no pretende eso — pienso — Barceló; en su
lugar, se siente una sensación de desazón, misterio — tanto por la figura del
pulpo como por la sublimidad del mar — y, creo también, de salir con más
preguntas que respuestas.
Preguntas respectivas, por ejemplo, a por qué Barcelo — y la
galería — elige ahora acometer una exposición sobre el mar y por qué de esta
manera. En cuanto a la última pregunta, podríamos responder — repitiendo lo que
se dijo más arriba — que el pintor mallorquín quiere denunciar el problema de
la inmigración ilegal y las condiciones en que esta se produce, y para ello no
resulta conveniente retratar un mar como el Mediterráneo sino las tormentosas
aguas que él pinta. Con respecto a por qué elige precisamente ahora acometer
una exposición sobre el mar, no podemos ofrecer una respuesta definitiva.
Para terminar, se podría aludir al título de la exposición, Vida de pulpo, tanto en cuanto refleja
en última instancia la vida que le gustaría llevar a Barceló, que ya cuenta con
62 años: la vida de un octópodo, que es, ni más ni menos, una vida de mar.
Quizá esta certeza acerca de la vida que finalmente quiere llevar es la razón
por la cual hemos podido contemplar esta exposición en la galería Elvira
González.
José Antonio Roch.
Veo que no te pringas. Me vale pulpo como animal de compañía.
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