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¿Quién teme a la democracia?



Título: Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimágenes de la transición
Fecha: 5 de diciembre de 2018 – 25 de noviembre de 2019
Lugar: Museo Reina Sofía, Edificio Nouvel. Planta 0
Comisariado: Rosario Peiró, Lola Hinojosa, Cristina Cámara y Germán Labrador.

El Museo Reina Sofía conmemora el cuarenta aniversario de la aprobación de la Constitución española con Poéticas de la democracia, imágenes y contraimágenes de la transición. Es la primera gran exposición que la institución dedica a este período clave de nuestra historia. Lo hace coincidiendo con un nutrido número de muestras que aprovechan el aniversario de la Carta Magna para reflexionar sobre el breve pero convulso periodo transicional.

La muestra comisariada por Rosario Peiró, Lola Hinojasa, Cristina Cámara y German Labrador reúne más de 200 piezas procedentes en su mayoría de la colección del museo, y se articula en torno a dos acontecimientos que corren en paralelo: la creación del primer pabellón español “no oficial” en la Bienal de Venecia del '76, y el surgimiento de la contracultura urbana en la década de los `70. Se trata de dos acontecimientos que podrían haberse formulado por separado, pero que los comisarios han decidido presentar conjuntamente como parte de una genealogía crítica del arte antifranquista con eje en los setenta, pero con remisiones al pabellón de la república del ‘36 y una clara inserción el actual ciclo de cuestionamientos sobre el marco constitucional y democrático del Estado Español. La exposición alude así a tres periodos históricos donde las relaciones entre estado y ciudadanía ponen en juego sensibilidades y proyectos diversos, sugiriendo al espectador una reflexión sobre la poiesis de la democracia. Paul Valéry decía que "las obras del espíritu sólo existen en el acto". Con esta sucinta afirmación el poeta francés contestaba la larga tradición que instituyó Aristóteles en su Poética, para quien las obras del espíritu estaban sometidas a un juego de ajustes a leyes fijas. Si pensamos la democracia como una de las grandes obras del espíritu occidental, siguiendo a Valéry, la democracia sería el proceso por el cual la sociedad se instituye en acto y no el proceso por el cual el estado circunscribe la acción del pueblo. En conjunto la muestra confronta justamente estas dos interpretaciones del acto o la poética, ahondando sobre las distancias entre la ciudadanía y el Estado.

Fotografía de la Sala Hors text. La síntesis expresiva de la muestra española en Venecia.


Las primeras seis salas de la exposición están dedicadas pabellón de la Bienal de Venecia del ’76, un proyecto capitaneado por los historiadores Valeriano Bozal y Tomás Llorens y comisariado por lo que se llamó «el grupo de los 10». En este primer tramo podemos ver una reconstrucción de la muestra España. Vanguardia Artística y realidad social (1936-1976), con abundante documentación y piezas de artistas sobradamente reconocidos como Eduardo Arroyo, Antoni Tàpies, Equipo Crónica, Juan Genovés, Alberto Corazón, Luis Gordillo o Pablo Picasso, entre otros. Según Rosario Peiró se trata de un ejercicio de arqueología que busca acercar al gran público un acontecimiento artístico relevante y poco conocido en España. Una iniciativa que estuvo rodeada de grandes controversias y abundantes críticas pese a que, según Valeriano Bozal, trataba de recomponer la producción de la vanguardia artística desde una perspectiva social y política marcadamente antifranquista. La cuidada reconstrucción en sala que nos presenta el Museo Reina Sofía, el fuerte carácter visual de la propuesta y la solvente nómina de artistas son un buen reclamo para los aficionados al informalismo y el conceptualismo, pero no deja de ser una narrativa de vanguardia que refleja de forma sesgada el clima social y político de la transición. Esa labor queda más bien relegada al segundo tramo de la exposición, dedicado a las contraculturas urbanas y los movimientos sociales que animaron la sociedad española de los años setenta. Si el primer tramo de la exposición recoge la vocación expresiva de la Bienal del ’76, donde las pinturas de Arroyo, Gordillo o Tàpies gobiernan el relato, las salas dedicadas a la contracultura toman una orientación manifiestamente documental. En lugar de presentarnos un relato de vanguardia –asociado al artista como intelectual orgánico-, estas salas sintetizan la emergencia de las estéticas ciudadanas asociadas a los nuevos sujetos políticos que abanderan movimientos como el feminismo, el autonomismo obrero, el republicanismo o la contracultura juvenil espoleada por el movimiento sesentayochista y el cuestionamiento de la sociedad disciplinaria. La rabiosa aparición del demos transicional fuerza un relato donde los artistas asumen un posición de retaguardia que acompaña y trata de dotar visibilidad y eficacia estética a las luchas ciudadanas. El auge del documentalismo y el fotoperiodismo, la profusión de colectivos artísticos y la densa trama de referencias a eventos, publicaciones, cómics y espacios alternativos, nos hablan de los pronunciamientos civiles en favor de las libertades y democracia, pero también del difícil tránsito entre la sociedad autoritaria heredada del franquismo y la sociedad sin autoridad a la que aspiraban las juventudes transicionales. Las fotografías de Anna Turbau sobre las revueltas campesinas o la crisis manicomial, los retratos de Manel Armangol sobre los arrabales barceloneses y las luchas por el autogobierno, los reportajes de Colita o Pilar Aymerich sobre la situación de la mujer y las demandas feministas, o los documentales de los colectivos Video Nou o Cine de Clase sobre las luchas vecinales y el autonomismo obrero, presentan una contracultura plural e inaprensible que excede el relato habitual. Un relato donde la juventud aparece el sujeto que mejor encarna la voluntad rupturista con el régimen franquista, vinculándose a la irrupción del punk, la psicodelia, el movimiento hippie, la marginalidad y la experimentación con las drogas. 

Fotografía de la Sala La ciudad es nuestra. Estéticas de la protesta.


La sala dedicada al Referéndum del ’78 confronta la Carta Magna con el Informe Constitución de Ajoblanco y las fotografías de pintadas anónimas en los muros del Equipo Diorama. Entre una y otra imagen se abre un espacio de disputa en torno a lo que Derridà llamaría la domiciliación del archivo de la democracia. Si miramos el texto fundacional, la democracia se nos muestra como una obra acabada. Si miramos las paredes de nuestras calles -o las que nos presenta el Equipo Diorama- esa imagen conclusiva aparece como una ficción inacabada y disensual sobre la que no cesan se proyectarse líneas de futuro, archivos ciudadanos de deseos y luchas que desbordan el marco constitucional y nos invitan a pensar una vez más la democracia.


David Pérez Pérez

Comentarios

  1. Enhorabuena, David. Has sido el primero. Gracias por animarte a publicar.

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  2. No estoy seguro de que la exposición sea "un buen reclamo para los aficionados al informalismo y el conceptualismo", tal como sugieres.

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